FIFA.COM - Hay cosas que ni siquiera hace falta ver para saber que son ciertas: sencillamente, lo son. Por alguna razón que trasciende los hechos o los análisis del pasado, sabemos que podemos confiar en ellas. Con los guardametas ocurre lo mismo.
Al principio de 2014, Luiz Felipe Scolari no necesitó ver jugar a Júlio César para saber que podía contar con él en la Copa Mundial de la FIFA Brasil 2014™. Lo decidió y lo dejó bien claro, mucho antes de hacer pública la lista de 23 convocados: él sería su arquero titular. Un hombre del que por aquel entonces había prescindido el Queen's Park Rangers y que no estaba jugando en ningún equipo. Poco después, además, se iría al Toronto FC, un club de mucho menos renombre que el de cualquiera de sus compañeros. No importaba. El técnico confiaba en él.
“Eso me dio tranquilidad. Me facilitó hacer bien mi trabajo. Pero entiendo que se me cuestionase, cuando uno no juega siempre va a haber dudas”, declaró Júlio a FIFA.compoco después de detener dos penales en el choque ante Chile que dio a Brasil el pase a cuartos de final del torneo.
Una película
Cuando Howard Webb decretó el final de la prórroga en el Mineirão y las dos selecciones se reunieron en el medio del campo, preparándose para la tanda de penales, el meta brasileño habló poco, escuchó mucho y pensó más todavía. Y entonces lloró, al recordar su historia.
Podemos elegir diferentes puntos de partida para contar esa historia. Todos ellos le pasaron por la cabeza a Júlio César en los minutos previos a unos lanzamientos que decidirían la continuidad de la Seleção en el Mundial que disputa en casa: el fallo en la salida ante un centro y la derrota frente a los Países Bajos en el Mundial de 2010, el penal parado ante Uruguay, en el propio Mineirão, en la semifinal de la Copa FIFA Confederaciones del año pasado, la confianza depositada en él por Scolari incluso cuando estaba sin equipo, la espectacular atajada que realizó al principio de la segunda parte para evitar el gol chileno y hasta la sala de la casa de su tía en Duque de Caxias, veinte años antes.
“Allí fue donde vi la final del Mundial”, dijo, refiriéndose al choque en el que Brasil derrotó a Italia en los penales, en EEUU 1994. “En esos momentos, me pasó una película por la cabeza, que incluye eso, porque Taffarel era mi ídolo. Entonces mis compañeros se acercaron a darme apoyo y a animarme, por todo lo que había ocurrido en mi carrera. Me emocioné y no pude contenerme”, contó el número 12, explicando las lágrimas.
No ver para creer
Pero, ¿qué se puede decir exactamente a un portero experimentado como él en una situación de tanta tensión, que podía cortarse con un cuchillo? En realidad, no importa. Al igual que no hace falta ver algunas cosas para saber que son ciertas, tampoco es necesario escucharlas. De hecho, Júlio no necesitaba escuchar nada de aquello. En todo caso, no palabras. Ya se sobrentendía el contenido.
“No hacía falta decir nada, porque sabe que confiamos plenamente en él”, contó Dani Alves a FIFA.com. “Todos nosotros sabíamos que iba a llegar la hora de que Júlio se luciese. Así que lo importante no era lo que dijese cada uno de nosotros. A decir verdad, ni sé lo que dije, y apuesto a que buena parte del equipo tampoco. No se trataba de palabras, sino de que él supiese que confiábamos en él”.
Es la misma idea en la que incidió Victor, uno de los reservas de Júlio César, paraFIFA.com. “Un momento así no es para decir muchas cosas. Lo principal es intentar que el compañero se sienta cómodo”, contó, con conocimiento de causa, ya que él mismo destacó en tres tandas de penales consecutivas en la campaña del Atlético Mineiro rumbo al título da Copa Libertadores 2013, la última en la misma portería en la que Júlio interceptó los tiros de Mauricio Pinilla y Alexis Sánchez.
Así pues, ya todo estaba dicho. En el camino del mediocampo hacia los tres palos, Júlio César, con los ojos aún llorosos, se tranquilizó. Reflexionó. “Entonces me concentré. Volví a centrarme”, confesó a la FIFA. Eso significaba dejar a un lado lo que simplemente sentía, por fin, y volver a dar importancia a lo que había visto y oído. “Ayer mismo estudiamos bastante a los lanzadores chilenos, algunas situaciones de [Mauricio] Pinilla, que suele tirar por el centro”, señaló Victor. “Ahí es donde se reconoce a un gran arquero: en un momento así, de tanta presión, Júlio tuvo la calma suficiente como para hacer precisamente lo lógico: se quedó parado y esperó al disparo”.
Mientras eso sucedía, en el medio de la cancha, Thiago Silva no sabía cómo estaban yendo las cosas. Como suele hacer en las tandas de penales, el capitán prefirió no mirar. “No sé quién marcó ni quién falló los penales, ni cómo fue. Nada. No tuve valor”, contó a la FIFA.
Y todo acabó saliendo bien: a estas alturas, ya todos saben que para confiar en el desempeño de Júlio César ni siquiera hace falta verlo en acción. Scolari lo sabía perfectamente hace tiempo.
Publicado La redención de Júlio César - FIFA.com