miércoles, 9 de julio de 2014

Messi y Van Persie, con la responsabilidad de mantener viva una rica historia

SAO PAULO (Reuters) - Si el pasado sirve como guía, el encuentro del miércoles entre Holanda y Argentina en el Arena Corinthians de Sao Paulo por las semifinales de la Copa del Mundo debería ser memorable. En sus cuatro partidos mundialistas, ambos países han producido un fútbol inolvidable, lo que deja a Lionel Messi y a Robin van Persie con una tremenda responsabilidad.

El gol de la victoria de Dennis Bergkamp en los cuartos de final del torneo de 1998 fue un momento individual sobresaliente y es ampliamente considerada una de las definiciones más hábiles en un partido del Mundial.

La actuación de Holanda en su primer partido ante los argentinos, en Alemania Occidental en 1974, es visto por algunos como el punto máximo de la habilidad colectiva. Liderados por dos goles de Johan Cruyff, deslumbraron con sus pases y movimientos en una famosa victoria 4-0.

Cuatro años después, ambas selecciones se encontraron en la final del Mundial que culminó con el triunfo del anfitrión Argentina 3-1 en tiempo extra en una cancha cubierta de papeles. El partido es también recordado por una controversia antes del inicio que amenazó su disputa.

Su comienzo fue demorado porque Argentina se opuso al molde de yeso en el brazo de Rene van der Kerkhof, a pesar de que el futbolista había jugado en esa condición desde el principio del torneo. Un vendaje adicional hizo que el partido se pusiera en marcha.

La figura de los argentinos en aquella final fue el delantero Mario Kempes, quien anotó dos goles.

El encuentro más reciente será el más fácil de olvidar. Hace ocho años, ambas selecciones empataron 0-0 en su último partido de la fase de grupos en Alemania 2006 cuando los dos tenían asegurado su pasaje a la siguiente instancia.

Si Brasil debe mantener constantemente vivos los recuerdos de sus equipos de 1958 y 1970, los holandeses son comparados con el fascinante "fútbol total" del equipo de Rinus Michels de la década de 1970. El partido en Gelsenkirchen de 1974 es visto por muchos como la máximo demostración de esa forma fluida de juego.

El brillante equipo holandés fue derrotado 2-1 por el anfitrión Alemania Occidental en la final pero cuatro año más tarde, volvió a una nueva final también frente a los anfitriones en Argentina 1978, esta vez sin Cruyff.

Fue 20 años antes de que los equipos se encontraran de nuevo en los cuartos de final de 1998 en Marsella, Francia.

Patrick Kluivert, el técnico asistente de la selección holandesa actual, abrió el marcador y el pícaro Claudio López, compañero de ataque el inteligente Gabriel Batistuta, empató.

El juego se decidió a los 90 minutos en un momento de pura brillantez en el que Bergkamp bajó una entrega magnífica de Frank de Boer y en un solo movimiento suave envió el balón a la red.

Hubo más goles espectaculares pero el de Bergkamp es difícil de igualar en cuanto a habilidad técnica y definición.